por Ana María Pérez Biedermann | Mar 28, 2022 | Web |
Aproximadamente un tercio de nuestra vida lo pasamos durmiendo. Hoy en día sabemos que durante el sueño las neuronas siguen activas, y que es una actividad imprescindible para numerosas funciones fisiológicas y psicológicas, como por ejemplo, la reparación de tejidos o la consolidación de la memoria y el aprendizaje. En el sueño y la vigilia están involucradas distintos neurotransmisores (noradrenalina, acetilcolina, serotonina, etc.), hormonas (cortisol, hormona del crecimiento y melatonina, entre otros) y diversas estructuras, entre las que destaca el núcleo supraquiasmático, situado en el hipotálamo, el cual controla los ritmos circadianos. En cuanto a la estructura del sueño, ésta se divide en dos fases principales, denominadas sueño No REM y sueño REM. El sueño No REM, a su vez, se divide en cuatro estadíos. SUEÑO NO REM Estadío 1 o Adormecimiento: corresponde a la transición entre el sueño y la vigilia. Esta etapa se caracteriza por ondas alfa, relacionadas con la relajación, y ondas theta. También pueden tener lugar alucinaciones hipnagógicas, que se dan mientras tratamos de conciliar el sueño.Estadío 2 o Sueño ligero: durante esta etapa disminuyen el ritmo cardíaco y respiratorio. En esta fase seguimos escuchando ruidos y nos despertamos con mayor facilidad. Alguna vez has sentido que te vas a caer cuando estás durmiendo? Eso ocurre en esta fase. Mediante el EEG observamos en esta fase períodos de actividad theta, husos del sueño y complejos K, los cuales actúan como mecanismo de inhibición para que el sujeto no se despierte.Estadío 3: es la fase de transición al sueño profundo. Durante las fases 3 y 4 es donde se producen fenómenos como el sonambulismo, somniloquio (articulación...
por Ana María Pérez Biedermann | Feb 7, 2022 | Web |
De pequeños pensábamos que las vacaciones no tenían fin, que de un cumpleaños a otro pasaba una eternidad, y que no nos íbamos a hacer mayores nunca. No obstante, a medida que pasa el tiempo, sentimos que cada vez avanza más rápido, que las semanas vuelan, que hace 10 años que terminamos la universidad, que hace 25 nos casamos, que nuestro hijo ya es mayor de edad… y todo ello sin apenas darnos cuenta. ¿Y cómo es esto posible? Como ya sabemos, el tiempo tiene la misma duración para todos nosotros, no se acelera para algunas personas ni se detiene para otras. Sin embargo, la percepción que tenemos de él sí es muy variable, y esto se debe a varias razones. En primer lugar, al desarrollo del Sistema Nervioso. Cuando somos pequeños, nuestro cerebro está creciendo, va creando una infinidad de conexiones neurales nuevas, y las redes de nervios y neuronas van aumentando en tamaño y complejidad. Así mismo, durante la infancia y adolescencia, tiene mayor plasticidad, lo cual nos permite absorber gran cantidad de estímulos, aprender con mayor rapidez y retener mayor cantidad de información. Con la edad, estas conexiones se van degradando, y disminuye la velocidad con la que procesamos información, por lo que parece que el período de tiempo es más corto. Esto se ha comprobado también a través de los movimientos oculares, al observar que los ojos de los bebés se mueven mucho más rápido en comparación con los adultos, porque están constantemente adquiriendo y procesando imágenes nuevas. Unido a ello, los procesos cognitivos más implicados en la percepción del tiempo son la atención y...