por Eli Carmona Sánchez | Mar 20, 2023 | Web |
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5 (American Psychiatric Association, 2013), para clasificar un cuadro clínico en la categoría de trastorno relacionado con el trauma o con factores de estrés es necesaria la exposición a un suceso traumático o estresante de manera explícita. Los trastornos que menciona el DSM-5 son el trastorno de apego reactivo (TRSD), el trastorno de relación social desinhibida (TRSD), el trastorno de estrés agudo (TEA), el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y los trastornos adaptativos. En el siguiente post, nos centraremos en los dos últimos debido a su alta tasa de prevalencia y su mayor frecuencia en la práctica clínica. No podemos olvidarnos de que los sucesos traumáticos tienen como consecuencia terror e indefensión, ya que ponen en peligro la integridad física y/o psicológica de una persona, dejando a la víctima en una situación emocional que es incapaz de afrontar. Otro componente fundamental en los sucesos traumáticos es que la persona pierde el sentimiento de seguridad, sintiéndose desvalida. Por ello, se diferencian dos tipos de daños o lesiones psicológicas: las ocurridas inmediatamente tras el suceso, y por otro, las que persisten de forma crónica como consecuencia de lo ocurrido, afectando al futuro de la persona (Amor et al., 2010). A pesar de ello, las consecuencias del mismo hecho son muy variables entre las personas. Hay diversos factores previos que protegen o vuelven más vulnerable a la persona. Entre estos factores estarían la gravedad del suceso, el daño sufrido, la mayor o menor vulnerabilidad de la víctima, la concurrencia con otros problemas actuales, el apoyo social existente y las estrategias...
por Eli Carmona Sánchez | Ene 9, 2023 | Psicología, Web |
La investigación neurocientífica ha descubierto diferentes puertas que nos enseñan como funciona el interior del cerebro, permitiéndonos ver los múltiples tipos de cambios que el trauma psicológico provoca en él: la alteración de la activación de diversas estructuras e incluso la modificación de su volumen, la conectividad entre determinadas áreas, las ondas cerebrales y las sustancias neuroquímicas. Por otra parte, los estudios psicofisiológicos nos permiten ver diferentes cambios cerebrales a partir de los datos que obtenemos sobre los índices de estrés y, relacionado con ello, sobre algunos tipos de actividad cerebral. Esto significa que, a la hora de trabajar el trauma, disponemos de información procedente de distintos métodos de investigación y podemos por tanto enfocar el tratamiento desde distintas perspectivas. Los estudios de neuroimagen y psicofisiológicos nos han dado pistas sobre qué es lo que sucede realmente en el cerebro cuando alguien experimenta un trauma. En dichos estudios, se han destacado cinco áreas principales del cerebro que resultan afectadas por la experiencia traumática. Es importante tener en cuenta que ninguna de ellas está aislada o funciona sola; todas están interconectadas, y recuperarse del trauma significa aumentar la interconectividad y crear un cerebro más integrado. Centro del miedo (amígdala): el objetivo principal de la amígdala es determinar si una situación, contexto o persona concretos representan una amenaza o peligro. De forma coloquial, se la ha llamado «el detector de humos» (Van der Kolk, McFarlane, y Weisaeth, 1996). Cuando se sufre un evento traumático, aumenta la reactividad de la amígdala ante los desencadenantes del trauma, así como la alerta psicofisiológica y síntomas de reactividad habituales en el trastorno por estrés...
por Eli Carmona Sánchez | Oct 31, 2022 | Web |
Muchas veces se escucha de forma coloquial la palabra trauma. Pero, ¿Qué entendemos los psicólogos por trauma? La palabra trauma se deriva del griego y significa “herida”. El trauma, tanto físico como psicológico, es un acontecimiento que genera un daño, implicando dolor y otra serie de secuelas. Pierre Janet lo definió en 1920 como “el resultado de la exposición a un acontecimiento estresante inevitable que sobrepasa los mecanismos de afrontamiento de la persona”. Suele ser un término que conlleva una connotación extremadamente negativa, tanto que se suele evitar o generar emociones como la culpa o vergüenza. En consulta, es habitual que se esquive esta pregunta, y el paciente responde cosas como “fue malo, pero pasó, para nada me han quedado secuelas de aquello”. A la vez, en la población general se tiene la idea de que un trauma es causado por un evento de una gravedad objetiva, como una violación, y que otros eventos que no son tan impactantes no pueden ser traumas. Además de esta idea, es común que se piense que los traumas pasados se “curan” de forma espontánea, y que sentirse mal por diferentes eventos de la niñez no tiene sentido. Esto, junto con que se asocia a personalidad “frágil”, hace que hablar de ello sea muy complicado. Hay muchas confusiones en la distinción entre trauma y trastorno por estrés postraumático (TEPT). El TEPT es una categoría del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (APA, 2013), en el que se incluyen diferentes criterios para diagnosticar el TEPT. A continuación, se exponen dichos criterios: A. Exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya...
por Eli Carmona Sánchez | Sep 12, 2022 | Psicología, Web |
La investigación y evolución de las diferentes categorías de los trastornos alimentarios se ha ido desarrollando a través del tiempo de manera desigual. En un primer momento, se describió la Anorexia Nerviosa (Siglo XIX), seguida de la Bulimia Nerviosa (1979) y posteriormente el Trastorno por Atracones, añadido recientemente al Manual Diagnóstico de Trastornos Mentales (DSM-5, 2013). Por otra parte, incluido dentro de las enfermedades médicas, se describe la obesidad. La descripción de estos cuadros cada uno independiente de los demás ha propiciado la visión de los trastornos alimentarios como entidades independientes, sin ningún tipo de relación entre ellos. A pesar de ello, la práctica clínica ha demostrado que existe unas características comunes que conllevan el fenómeno de transición diagnóstica o entrecruzamiento diagnóstico, en el cual el mismo paciente transita por diferentes diagnósticos de trastornos alimentarios a lo largo de los años. Uno de los inicios más típicos es que el paciente comience a una edad temprana, sobre todo en la adolescencia, con una fuerte restricción alimentaria que derive en una Anorexia Nerviosa. Después, normalmente transcurridos unos años de estricta restricción, se experimente una pérdida de control sobre la ingesta en forma de atracones y conductas compensatorias para contrarrestar los efectos de la ingesta. Esta nueva sintomatología hace que se cumplan los criterios diagnósticos para Bulimia Nerviosa. Es habitual que tras una temporada así, el paciente se libre de las conductas compensatorias, pero se sigan presentando atracones. En este punto, es posible que se desarrolle un trastorno de atracones, o un trastorno de la conducta alimentaria especificado (en el cual, a pesar de no cumplirse todos los criterios de un...
por Eli Carmona Sánchez | May 30, 2022 | Web |
La luz de gas es una forma de abuso emocional que tiene como finalidad la manipulación de la percepción de la realidad de la otra persona y hacerle dudar de su cordura. Este efecto proviene de la obra de teatro Gas Light de Patrick Hamilton estrenada en 1938 que posteriormente fue llevada a la gran pantalla en 1944 por George Cukor. Al principio, puede representar un problema sin importancia, en muchas ocasiones ni siquiera se tiene en cuenta. Pero el efecto va progresando hasta que se convierte en un problema grave en la vida de la víctima, sumiéndole en una posible depresión, desesperanza y tristeza. La confianza hacia sí mismo se anula y se generan continuamente diferentes tipos de pensamientos negativos y emociones agobiantes. La persona pierde la perspectiva de lo que fue previamente a sufrir este abuso. El efecto luz de gas suele desarrollarse por fases. PRIMERA FASE: LA DESCONFIANZA. En este primer momento, la persona maltratadora dice algo ofensivo, como, por ejemplo: “tu compañero de trabajo es muy simpático, seguro que quiere que te vayas con él”. Al ser un comentario absurdo, se le resta importancia e incluso se puede creer que estaba bromeando. No se invierte mucha energía en clarificar la situación. En esta primera fase, la aprobación de la persona maltratadora no es algo que se necesite desesperadamente. A pesar de ello, se empieza a dudar de la realidad: ¿será verdad lo que dice? ¿seré yo que coqueteo? SEGUNDA FASE: LA DEFENSA. Después de la primera fase marcada por la desconfianza, se pasa a tener una gran necesidad por defenderse. Se buscan pruebas para demostrarle al maltratador que...