¿Todo el mundo debería de ir a terapia? Estamos viviendo un “boom” de la salud mental y la terapia psicológica; y parece que en estos tiempos ir a terapia es obligatorio. Está claro que hemos nacido y crecido en una sociedad donde la educación emocional ha sido escasa o nula, donde no ha habido lugar para el autoconocimiento y donde no se nos ha dotado de estrategias para solucionar las diferentes situaciones que ocurren en la vida cotidiana.
El espacio terapéutico es un lugar valioso donde sentirnos libres sin ser juzgadas, con el objetivo de mejorar nuestro bienestar en congruencia con nuestros valores, siendo acompañadas en nuestro propio proyecto vital. La vida es errática, está llena de momentos duros y emociones desagradables que son necesarias e inevitables; y frases como “todo el mundo debería de ir a terapia” sobrepatologizan la vida y el sufrimiento humano, obligando a las personas a hacerse cargo de su malestar. Por ello, la terapia psicológica debería de ser un lugar para cambiar el comportamiento de las personas que se sienten desbordadas con la situación o un lugar para las personas que sientan que con las propias estrategias que tienen hoy en día no pueden hacer frente a lo que están viviendo.
¿Es la terapia psicológica un parche para cubrir las fallas de la sociedad? Vivimos en una sociedad frenética, llena de presiones y violencias. Correr a todas partes, no llegar a fin de mes, tener problemas para conciliar el sueño y tener que tomar estimulantes para realizar todas las tareas del día es algo habitual a nuestro alrededor. En un mundo que no está hecho para vivir, la terapia psicológica actúa como parche, individualizando los problemas sociales, obligando a las personas a poner solución a su malestar, cuando el origen muchas veces es estructural.
Es evidente que los cambios estructurales y sociales necesitan su tiempo y que la terapia psicológica puede servir para paliar el malestar generado, pero ¿No es esto la pescadilla que se come la cola? Aliviar este malestar hace que la lucha colectiva y la organización se disipen, dejando así que todo siga igual. Además, puede aumentar el malestar y la culpabilidad que sienten las personas por no sentirse bien cuando “todo está bien” aparentemente. Todo dolor y malestar estructural es legítimo cuando vivimos en una sociedad que no pone las vidas en el centro.
En conclusión, todo el mundo debería de tener acceso gratuito a la terapia psicológica, pero no todo el mundo debería de ir a terapia sí o sí.