Trastornos del apego

Como surge el apego

La relación más temprana que establece el bebé con sus figuras de referencia es lo que permite ayudar a regular el sistema emocional de cada uno, ya que el/cuidador/a es quien da respuesta a las señales y reacciones del bebe (Fonagy, 2004). Bowlby (1993) definió la conducta de apego como cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o desarrolle vínculos afectivos con otros (parejas, amigos, familiares, hijos etc.). El intercambio con las figuras de referencia se da mediante la transmisión de los afectos hacia el niño/a, la presencia, el contacto, etc. Los bebes tratan de  llamar la atención mediante lloros, abrazos, mimo o el seguimiento de las personas con las que establecen el vínculo o llevan a cabo conductas que mueven a estas figuras a brindar sus cuidados. Con este modelo representacional se enfrentarán al resto de relaciones interpersonales que establezcan durante su vida ya que estos patrones iniciales de conducta vistos en sus figuras importantes cercanas, son los que determinan la conducta, el concepto de sí mismo y las expectativas sobre las relaciones interpersonales (Lafuente, 2000). La representación mental de la madre de su historia de apego, puede ser un buen predictor del tipo de apego que en el futuro tendría su hijo (Fonagy , Steele , Steele, 1991).

Se considera que un niño sufre esta privación cuando vive en el mismo hogar de su cuidador/a y éste/a es incapaz de proporcionarle el cuidado amoroso que necesita o cuando por cualquier motivo se separan. Por ello, cuando se encuentra en situaciones que implican un vínculo emocional, no hay bienestar o placer en la proximidad y hay ansiedad ante la separación. Estos patrones también perduran en la vida (Rygaard, 2005).

Muchos autores han expuesto que el apego y las consecuencias de esta no se pueden generalizar a todos los aspectos de la vida cotidiana, si  no que debería verse en situaciones de peligro o situaciones que puedan resultar dolorosas para la experiencia subjetiva. En estos casos, el apego se activa, debido a que el apego implica la búsqueda de seguridad en una figura más poderosa y en la imagen de esa figura que se ha interiorizado (Main, 2000).

Estilos de apego

Ainsworth y Witting (1969) distinguen cuatro tipo de estilos de apego. En el apego seguro, hay seguridad en las relaciones interpersonales que impliquen cierta intimidad, además de facilidad para identificar quién y qué le hace daño para alejarse genera bienestar. El apego inseguro-evitativo, consiste en la inhibición el deseo de reconocer los propios estados emocionales, sobre todo si son negativos. Esta inhibición implica la incapacidad de poder reconocer la angustia, el miedo el malestar y  buscar así apoyo ante estos estados. En el apego inseguro-ambivalente, queriendo estar con las personas queridas, a ratos se experimenta que éstas les molestan, pudiendo sentir una rabia muy fuerte producida por una percepción desmedida de abandono ante conductas de separación normal. Se mueve entre la irritación por la lejanía y la resistencia al contacto.  Por último, está el apego desorganizado-desorientado. En este último modo de relacionarse, es el trastorno más grave del apego. Estos niños se colapsan, todo lo que viven es muy caótico y doloroso que no pueden organizarse para responder de una manera regular. Vienen de entornos que implica desconcierto, miedo, y son muy impredecibles. Está caracterizado por una falta absoluta de control sobre lo que pasa.

Consecuencias del apego desorganizado

Debido a la ausencia de contacto y la falta de cuidados en la primera infancia, el cerebro produzca más adrenalina y esto predispone también a comportamientos más impulsivos y agresivos. Por lo tanto,  para desarrollar las capacidades básicas para la gestión emocional se necesita de la estimulación y del buen trato de nuestras figuras de apego (Rygaard, 2005).  Estas vivencias generan sensaciones, experiencias y emociones que quedan guardados, sin una verbalización y mentalización objetiva de lo sucedido. Esto ocurre debido a que cuando se dan estas vivencias, todavía no hay herramientas desarrolladas que permitan gestionar todas estas situaciones. Este sufrimiento queda guardado en la memoria traumática, de manera sensorial e  implícita y se activan posteriormente, en situaciones futuras donde ese sufrimiento antiguo se activa otra vez (Main y Solomon, 1986).

Habitualmente, la dificultad de las figuras de apego y la incompetencia parental son reactivas a enfermedades mentales graves: depresión, toxicomanías, dificultades sociales o acontecimientos vitales graves e incapacitantes. Especialmente la desorganización del apego, es lo que va a permitir predecir el desarrollo posterior de problemas relacionadas con la conducta, en especial las conductas agresivas. La disociación o desintegración de las funciones mentales, que típicamente acompañan las respuestas patológicas ante los traumas, está presente también en el apego desorganizado (Ogawa, Sroufe, Weinfield, Carlton y Egeland, 1997).

Referencias

Ainsworth, M.D.S. y Wittig, B.A. (1969). Attachment and exploraory behabiour of one-year-olds in strange situation: Determinants of infant behaviour. Londres: Methuen

Bowlby, J.  (1993). La pérdida afectiva. Tristeza y depresión. Barcelona: Paidós

Fonagy, P., Steele, H. y Steele, M. (1991).Maternal representations of attachment during pregnancy predict the organization of infant-mother attachment at one year of age. Child Dev, 62, 891-905.

Fonagy, P. (2004). Teoría del apego y psicoanálisis. Barcelona: Espaxs

Lafuente, M.J. (2000). Patrones de apego pautas de interacción familiar y funcionamiento cognitivo. Revista de Psicología General y aplicada, 53, 165-190.

Main M. (2000). The organized categories of infant, child, and adult attachment: flexible vs. inflexible attention under attachment-related stress. Psychoanal Assoc, 48, 1055-1096.

Main, M. y Solomon, J. (1990). Procedures for identifying infants as disorganized/disoriented during Ainsworth Strange Situation. Attachment in the preschool years: Theory, research and intervention. Chicago: University of Chicago Press.

Ogawa, J.R., Sroufe, L.A., Weinfield, N.S.,Carlson, E.A. y Egeland, B. (1997). Development and the fragmented self: Longitudinal study of dissociative symptomatology in a non-clinical samples. Development Psychopathology, 9, 855-879

Rygaard, N. (2005) El niño abandonado. Gedisa

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